Mis botas negras como la noche repiquetean en los charcos de la calle como el envolvente sonido de los tambores a punto de romperse de pasión.
Revolvines de cierzo me aprisionan el corazón a punto de estallar en sedas moradas viradas en sangre.
Ruedan las aliagas como coronas de espinas por el suelo resquebrajado de sed infinita.
Una luz deslumbrante me ciera los ojos, pero me llena el alma extasiada de amor por el paso acompasado. Por los colores de los atardeceres sonoros. Y como no, de amor hacia un pueblo y sus tradiciones.
Ester Serrano Burillo
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