jueves, 6 de noviembre de 2008

Un pueblo, uno de tantos.

En cantidad de ocasiones nos vienen a la mente cosas que podríamos hacer en un determinado momento de nuestra existencia, pensamos en como estructuraríamos esas ideas y lo vemos tan claro que incluso cuando vuelves de tus pensamientos te piensas, que eso en lo que estabas divagando, se ha hecho realidad, pero en unos segundos te das cuenta de que acabas de levantarte de la cama y que tienes que ir a trabajar, o en el mejor de los casos, a comprar el pan, que siempre es más agradable que lo primero.

Te das una ducha, te vistes y desayunas mientras observas las noticias con las que amanece el mundo en tu televisor; ahora sí, estoy preparado para afrontar el día. En cuanto pones un pie en la calle miras a izquierda y derecha y te das cuenta de que no pasa ningún coche, que no existen los semáforos y que para nada tienes que resguardarte en una marquesina a esperar el autobús. Avanzas por la calle y llegas a la plaza, oyes un coche, pero ni rastro de ambulancias, furgones o ruidos de ciclomotor, entras en la panadería (que es un sitio en el que se vende pan, no millones de golosinas, patatas, refrescos, etc.) el olor a pan y a pastas recién hechas es suficiente para salir de allí con buen ánimo durante el resto del día; ah! por cierto, en este rato hablo con la gente, que día tras día hace lo mismo que yo, no vamos con gesto serio, con la mirada perdida y como androides autómatas, es lo que me han parecido en muchas ocasiones algunas personas de las ciudades.

Después regreso a casa, mientras tanto escucho algunos gorriones y carboneros que pasan de copa en copa de los olmos de la Rambla, y en el trayecto cruzan por delante de mi una media docena de gatos de diferentes pelajes y tamaños. Entro en casa, dejo el pan en la panera, encima del frigorífico, y mientras me siento en el estudio para encender el ordenador y leer el periódico, pienso, en cuanto se encienda la pantalla y lea las noticias,
"¿voy a volver a ver otro mundo o vivo en el mismo?"

No lo se, y creo que no me importa, lo que sí se es que soy de pueblo y vivo en uno de tantos, y eso, me gusta.

1 comentario:

Joaquín Macipe dijo...

bonito artículo, si señor... la calidad de vida está donde está...