Salvador Berlanga Quintero
Recibo un curioso correo electrónico en el que se describe cómo el médico inglés Ronald Gibson comenzó una conferencia sobre conflictos generacionales, citando algunas frases en la que, aparentemente, arremetía contra los jóvenes con contundencia: “Nuestra juventud gusta del lujo y es mal educada, no hace caso a las autoridades y no tiene el menor respeto por los de mayor edad. Nuestros hijos hoy son unos verdaderos tiranos”. Después otra: “Ya no tengo ninguna esperanza en el futuro de nuestro país si la juventud de hoy toma mañana el poder, porque esa juventud es insoportable y desenfrenada”. Una tercera: “Los hijos ya no escuchan a sus padres”. Y ésta para acabar: “Esta juventud esta malograda hasta el fondo del corazón. Ellos jamás serán como la juventud de antes”.
Después de estas cuatro citas, el médico orador quedó muy satisfecho con la aprobación que los asistentes a la conferencia daban a cada una de las frases dichas moviendo la cabeza de arriba hacia abajo. Vistas las caras de complacencia del público (todas personas mayores) reveló el origen de las frases mencionadas. Y señaló: La primera es de Sócrates (470- 399 a .C.), la segunda es de Hesíodo (720 a .C.), la tercera es de un sacerdote del año 2.000 a .C. y la última estaba escrita en un vaso de arcilla descubierto en las ruinas de Babilonia (actual Bagdad) y con más de 4.000 años de existencia.
Un experto conferenciante actual hablaría en términos bien diferentes. Posiblemente diría que los jóvenes en España son muchos millones y que su influencia en la economía familiar es muy elevada debido al sentimiento de culpabilidad de los padres que, por los cambios sociales, dedican ahora menos tiempo al cuidado de los hijos que las generaciones anteriores. Éstos saben que, junto a sus hermanos menores, son los “reyes de la casa” (el 35,5% se considera caprichoso) y lo utilizan como potente instrumento de negociación desde posiciones de fuerza para conseguir compensaciones. De este modo, les gusta mantener su independencia en el hogar, disponer de mucho tiempo para el ocio o las herramientas de Internet, mientras que leer o pasar tiempo en casa con la familia se muestran como opciones poco aceptadas.
Afirmaría, también, que son los teenagers. Los teenagers aparecen en los Estados Unidos después de la segunda postguerra mundial y cuatro decenios después en España. Jóvenes “pequeños buda” que, a cambio de formarse como obligación principal, someten a su familia a formas de relación cercanas a la “dictadura blanda” conscientes de que sus padres no buscan en ellos comportamientos, sino desempeños. Disponen de casi todo lo que piden ¿Para qué ser ambiciosos? Observan la vida desde el espacio de una confortable habitación propia repleta de equipamientos tecnológicos y constituyen la generación más autónoma y con un nivel de tolerancia por parte de sus padres nunca alcanzado anteriormente. El hecho de que en España los hijos cada vez se vayan más tarde de casa no es tan sólo por las dificultades para adquirir una vivienda.
Bien es cierto que tampoco existe un único tipo de “joven” pues depende, como en el caso de los adultos, del nivel económico, social y cultural en el que se desenvuelven. No obstante, algunos rasgos se muestran bastante comunes a la mayor parte: la videoconsola y el teléfono móvil, el sedentarismo, ocio extremado, operaciones de cirugía cada vez en edades más tempranas y la alimentación de corte anglosajón.
Recibo un curioso correo electrónico en el que se describe cómo el médico inglés Ronald Gibson comenzó una conferencia sobre conflictos generacionales, citando algunas frases en la que, aparentemente, arremetía contra los jóvenes con contundencia: “Nuestra juventud gusta del lujo y es mal educada, no hace caso a las autoridades y no tiene el menor respeto por los de mayor edad. Nuestros hijos hoy son unos verdaderos tiranos”. Después otra: “Ya no tengo ninguna esperanza en el futuro de nuestro país si la juventud de hoy toma mañana el poder, porque esa juventud es insoportable y desenfrenada”. Una tercera: “Los hijos ya no escuchan a sus padres”. Y ésta para acabar: “Esta juventud esta malograda hasta el fondo del corazón. Ellos jamás serán como la juventud de antes”.
Después de estas cuatro citas, el médico orador quedó muy satisfecho con la aprobación que los asistentes a la conferencia daban a cada una de las frases dichas moviendo la cabeza de arriba hacia abajo. Vistas las caras de complacencia del público (todas personas mayores) reveló el origen de las frases mencionadas. Y señaló: La primera es de Sócrates (470- 399 a .C.), la segunda es de Hesíodo (720 a .C.), la tercera es de un sacerdote del año 2.000 a .C. y la última estaba escrita en un vaso de arcilla descubierto en las ruinas de Babilonia (actual Bagdad) y con más de 4.000 años de existencia.
Un experto conferenciante actual hablaría en términos bien diferentes. Posiblemente diría que los jóvenes en España son muchos millones y que su influencia en la economía familiar es muy elevada debido al sentimiento de culpabilidad de los padres que, por los cambios sociales, dedican ahora menos tiempo al cuidado de los hijos que las generaciones anteriores. Éstos saben que, junto a sus hermanos menores, son los “reyes de la casa” (el 35,5% se considera caprichoso) y lo utilizan como potente instrumento de negociación desde posiciones de fuerza para conseguir compensaciones. De este modo, les gusta mantener su independencia en el hogar, disponer de mucho tiempo para el ocio o las herramientas de Internet, mientras que leer o pasar tiempo en casa con la familia se muestran como opciones poco aceptadas.
Afirmaría, también, que son los teenagers. Los teenagers aparecen en los Estados Unidos después de la segunda postguerra mundial y cuatro decenios después en España. Jóvenes “pequeños buda” que, a cambio de formarse como obligación principal, someten a su familia a formas de relación cercanas a la “dictadura blanda” conscientes de que sus padres no buscan en ellos comportamientos, sino desempeños. Disponen de casi todo lo que piden ¿Para qué ser ambiciosos? Observan la vida desde el espacio de una confortable habitación propia repleta de equipamientos tecnológicos y constituyen la generación más autónoma y con un nivel de tolerancia por parte de sus padres nunca alcanzado anteriormente. El hecho de que en España los hijos cada vez se vayan más tarde de casa no es tan sólo por las dificultades para adquirir una vivienda.
Bien es cierto que tampoco existe un único tipo de “joven” pues depende, como en el caso de los adultos, del nivel económico, social y cultural en el que se desenvuelven. No obstante, algunos rasgos se muestran bastante comunes a la mayor parte: la videoconsola y el teléfono móvil, el sedentarismo, ocio extremado, operaciones de cirugía cada vez en edades más tempranas y la alimentación de corte anglosajón.
En definitiva, los jóvenes de hoy cuentan con grandes virtudes pero forman, quizás, el sector de la población que la sociedad de mercado más ha atrapado en sus redes consumistas. En la actualidad, conforman la primera generación de la revolución tecnológica de la que José Antonio Blesa y la escuela de Ariño son la mejor referencia mundial, un nuevo tiempo en el que no debemos dejar de conquistar su imprescindible contribución para construir el mejor futuro posible. Creamos en ellos, contemos con ellos, negociemos los límites, escuchémosles atentamente para entender un universo compartido y, sobre todo, para participar en los procesos de toma de las decisiones.
Estos argumentos y otros muchos tuve ocasión (y el honor) de exponerlos en la conferencia que impartí en el marco de la Semana Cultural de Ariño. Fue una tarde cargada de emociones en la que pude conversar con algunos vecinos y particularmente con Joaquín Noé, vuestro Alcalde, a quien le manifesté mi sincero deseo de colaborar humildemente y en lo que pueda con el impresionante movimiento cultural de mi pueblo de nacimiento. Estoy con vosotros, sois modelo en muchos ámbitos y me alegran vuestros éxitos.
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