domingo, 7 de marzo de 2010

Cada uno en su sitio

A corta distancia de la crónica de Joaquín sobre la magnífica demostración de solidaridad con Haití, actos a los que os envidio no haber podido asistir físicamente, parece irrelevante mi escrito, pero, como muchas veces digo, hay que seguir siempre adelante; de modo que ahí va este relato sobre algunas costumbres infantiles que vivimos en Ariño las personas de mi edad o parecida. Al final del relato hago hincapié en una circunstancia a favor del hecho de vivir en los pueblos que, aunque se presta a pasar desapercibida, a mi entender es importante.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Salvador: Creo que a las chicas nos pasaba algo parecido. La primera relación con los chicos (que no fuera correr delante porque nos tiraban latones o "cachurros" a las trenzas)debia ser en la catequesis de 1ª Comunión. Sobre todo tu relato me ha recordado el respeto a los mayores cuando nos mandaban cualquier pequeño recado como comprar algun pequeño olvido en la tienda o en el estanco.
Un saludo Angela

Salvador Macipe dijo...

Ángela, perdona mi involuntaria tardanza en contestar a tu amable comentario, que agradezco, y además me alegra porque es indicativo de que lees mis relatos.
Tienes razón en todo: primero, que con cachurros, con latones y otras ocurrencias, hacíamos maldades que desapruebo. En segundo lugar, que, efectivamente, la primera oportunidad de conocernos fue durante la preparación para la primera comunión.
Todo hubiera sido distinto si, como ahora, las clases hubiesen sido mixtas; pero entonces nos educaban a vosotras y a nosotros para cosas diferentes. No fue así, y ya no tiene remedio.
Ojalá que te haya quedado buen recuerdo de tu niñez. Yo doy gracias a Dios porque tuve esa suerte.
Un cordial saludo.
Salvador