Se trata del relato de algo que nos sucedió de chavales a mi primo Inocencio y a mí, que siempre andábamos juntos por todas partes, especialmente por los ríos y huertas de Ariño, generalmente capturando bichos comestibles como peces, ranas, cangrejos y caracoles, que entonces eran de libre disposición, y ahora han pasado a estar completamente protegidos, con razón, porque se están extinguiendo no se sabe bien por qué.
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