Tan, tan, tan,… Las tres de la madrugada y sin pegar un ojo. Si no fuera por ti y tus campanadas la noche no se me haría tan corta. Campanadas que puedes contar hasta dormirte. Despertándote a las nueve de la mañana para ir a por el pan.
¿A que a todas las personas que normalmente residimos en la ciudad nos traen muchos recuerdos estos sonidos de las campanas del reloj de la torre?.
No sé cómo en otros pueblos a la gente le molesta tan divino sonido. Pero para gustos los colores, y en este caso, los sonidos de las campanas.
Yo no concebiría a mi pueblo sin el sonido de las dulces campanas del reloj, ni cuando se toca a misa con su característico toque. Sean en CD o al natural, este dulce sonido te traslada al ahora mismo, al aquí. O sea, a la raíz que se extiende por todas las calles como arterias de una misma persona, que es mi pueblo.
Ariño y sus campanas fluyen y fluyen sonoramente, o en versos bien compuestos que yo leo a través de redes.
POR FAVOR, NO DEJÉIS QUE LAS CAMPANAS ENMUDEZCAN.
Ester Serrano Burillo.
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