viernes, 7 de noviembre de 2008

Halloween



Estamos acostumbrados a asociar la festividad de Halloween con Estados Unidos. Pero hace mucho, mucho tiempo, mucho antes de que los niños norteamericanos recorrieran casa por casa las calles de sus urbanizaciones ataviados con monstruosos disfraces en busca de un dulce botín, en Irlanda se fraguaba el verdadero origen de esta festividad.



Para hablar de estos inicios tenemos que remontarnos a unos 2.500 años atrás, cuando el pueblo celta habitaba la isla. Por aquel entonces, los celtas celebraban el fin del verano y consecuente inicio del invierno en una festividad llamada Samhain, que empezaba la noche correspondiente al 31 de octubre de nuestro calendario. Este cambio de estación marcaba además el inicio del año nuevo celta, cuyo primer día era nuestro actual 1 de Noviembre.


Cuenta la leyenda que durante esa última noche del año los espíritus de los difuntos venían desde el Más Allá al mundo de los vivos, dirigiéndose a los lugares a los que habían vivido, visitando casa por casa a sus familiares respectivos. Éstos debían encender una vela por cada difunto que hubiera en la familia y colocarla en el alféizar de la ventana o en el quicio de la puerta de cada casa, a fin de guiar a los espíritus hasta el que había sido su antiguo hogar.

Se decía que de no cumplir este requisito los espíritus malignos pasaban la noche perturbando los sueños de los habitantes de la casa en cuestión. Antes de dormir se acostumbraba a contar historias sobre estos ancestros desaparecidos y se les reservaba una silla para que pudieran acompañarles durante la velada.

Estas dos últimas costumbres siguen practicándose aún en nuestros días, en algunos lugares de Irlanda y Escocia.

Otras leyendas recogen que la famosa calabaza con luz en su interior y cara de pocos amigos, conocida en el mundo anglosajón como Jack O´lantern, fue en sus inicios un nabo. Se dice que un herrero llamado Jack estuvo en tratos con el diablo, al que posteriormente traicionó. Por este motivo al morir el herrero y ser conducido al infierno por la mala vida que había llevado, el diablo le negó la entrada. A fin de que se alumbrase a través del oscuro camino que llevaba a la salida, el diablo le proporcionó una brasa sacada directamente del averno, que Jack colocó en el interior de un nabo hueco que encontró en el suelo, construyéndose así un improvisado farolillo.

Tradicionalmente los pueblos celtas habían vaciado estos vegetales colocando en su interior una brasa ardiendo, a modo de farolillo que guiara a los espíritus de los seres queridos hasta sus casas. Cuando los inmigrantes irlandeses llegaron a Estados Unidos, allá por 1840, trajeron consigo las tradiciones del Samhain, pero substituyeron el nabo por la autóctona calabaza, un vegetal de mayor tamaño y por lo tanto más adecuado para elaborar la rupestre lamparilla.

Pero mucho antes de el éxodo irlandés a Estados Unidos la Iglesia Católica había tomado cartas en el asunto. Se dice que durante el siglo VIII la sacrosanta institución religiosa decidió sustituir la festividad del Samhain y su significado por el del Día de todos los Santos, destinado inicialmente a todos aquellos santos que quedaban sin día propio, cuya víspera, el día 31 de Octubre pasó a ser conocida en Irlanda, Inglaterra y Escocia cómo “ All Hallow's Eve” (víspera de todos los santos), de cuya contracción surgió la denominación Halloween.

A pesar de las impuestas connotaciones religiosas, las tradiciones celtas y el carácter pagano de ésta celebración se han ido manteniendo a lo largo de los siglos. Otro ejemplo de ello sería el ritual de disfrazarse, a poder ser de algo relacionado con la muerte, el mal o la oscuridad, algo que según algunas versiones proviene de los druidas celtas, que se disfrazaban de espíritus y demonios con harapos y pinturas para camuflarse entre los fantasmas de los muertos y así evitar que éstos les llevaran consigo al “otro lado”.

Actualmente los niños irlandeses, al igual que los estadounidenses, se disfrazan esa noche y van de puerta en puerta diciendo aquello de “truco o trato“, en busca de sus golosinas. En Irlanda se encienden hogueras a las que pedir deseos, se juega al Snap Apple (intentar morder una manzana flotando en un barreño lleno de agua o suspendida de un cordel, sin ayuda de las manos) y se realizan todo tipo de rituales y juegos a base de averiguaciones sobre el futuro en términos de amor, salud o economía personal.

Uno de ellos es comer el Barnbrack cake, un pastel en el interior del cual se colocan, debidamente envueltos en papel de hornear, un retal de ropa, una moneda y un anillo. Al repartir los trozos de pastel, al que le toque el retal le espera un futuro económico dudoso, al que le toque la moneda le aguarda un año lleno de prosperidad y el que tenga el anillo iniciará un romance si es soltero o se asegurará felicidad con su pareja en el caso de que la tenga.
Cómo veis ésta última tradición se asemeja mucho a la nuestra del Roscón de Reyes. Este tipo de detalles son los que nos hacen pensar que nuestro pasado celta va ligado, de una u otra forma al espíritu celta irlandés.


(Información sacada de distintas webs)







HALLOWEEN Y LA CASA DEL TERROR EN ARIÑO

La noche del 31 de octubre, la más terrorífica del año, se vivió en Ariño de una forma muy especial y divertida.

Durante la semana, los niños de Ariño estuvieron trabajando en la escuela sobre el tema de Halloween. Se prepararon disfraces, representaron historias de miedo, aprendieron canciones terroríficamente divertidas y decoraron sus aulas con murciélagos, fantasmas, brujas, etc.
Pusieron a punto sus calabazas e idearon las bromas y sustos que intercambiarían por golosinas con el “truco o trato” habitual.


Y, por fin, llegó la esperada noche de Halloween.

Y con el anochecer, los niños disfrazados de monstruos, amenazadoras brujas, terroríficos vampiros y todas las horripilantes criaturas que se puedan imaginar comenzaron a recorrer las calles de Ariño.

Puerta a puerta, susto a susto, sus calabazas comenzaban a llenarse de golosinas.

Pero lo que no podían imaginar es que una de esas casas les deparaba una gran sorpresa.

Como por arte de magia, una de las casas del pueblo (en concreto donde hasta ese momento estaba la peña La Huella) había desaparecido,,,y en su lugar se encontraron con la tenebrosa Casa del Terror.

A pesar de los escalofriantes gritos, ruidos y alaridos que se oían en su interior y aunque con recelo y algo de miedo, muchos fueron los valientes que siguiendo a la misteriosa Guardiana de la Casa se atrevieron a adentrarse en su interior.




Casi en una penumbra total, en la estancia apenas iluminada por velas se distinguían fantasmagóricas figuras, inmóviles, aterradoras. Aunque todo estaba quieto, en calma.

Pero esa aparente calma era momentánea porque tras un escalofriante ruido metálico todo en esa casa cobraba vida y movimiento.

El susto aparecía en cualquier rincón de la casa,,,bajo las escaleras,,,en el piso de arriba.





Diablos, muertes, esqueletos, perseguían a aquellos que habían osado entrar en su morada. Y era inútil correr para intentar escapar,,,podías librarte de unos,,,pero esperaban más.


















La niña del exorcista intentaba agarrar las piernas a los que corrían, mientras arriba, agazapado, esperaba el hombre lobo.

Todo se convertía en ruido, prisas por intentar escapar y salir, risas, gritos y algún que otro llanto.






Hubo miedo y diversión para todos. Para los niños y para los grandes.

Y hubo diversión y sobre todo mucha ilusión para esos “monstruosos” habitantes de la Casa del Terror, unos padres que por unos días se convirtieron en niños y, como ellos en la escuela, trabajaron duro y bien para vivir y hacernos vivir un Halloween muy, muy especial.


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