domingo, 28 de octubre de 2012

El río Martín (III)

En este caso pongo a disposición de quien desee leerlo, mi comunicado sobre uno de nuestros queridos ríos y doy por finalizados mis escritos sobre el mismo. Tengo que indicar que estos son comentarios sobre lo que fue y es para mí, este río. Creo que, por ser algo de todos, cada uno de los que lo conocemos tendrá una visión personal sobre este tema y acepto, faltaría más, que sea diferente de la mía.

Publicado en “cosas de Ariño”.

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2 comentarios:

Anónimo dijo...

La verdad que estábamos pendientes de tus comentarios. Digo estábamos porque se que te leen más de los que te lo dicen.
Las chicas tenemos el recuerdo de acompañar a nuestras madres a lavar o a jugar y mojarnos. Supongo que alguien recordara que nos reñian por "enturbiar" el agua si nos metiamos al rio aguas arriba de donde lavaban, y de tender la ropa por los matorrales para que no pesara tento la caldereta hasta el pueblo ... ¡nos quejamos por tan poco ahora!
Un abrazo Angela

Salvador Macipe dijo...

Muchas gracias, Ángela, por tu amable comentario.
Realmente cuando se escribe sobre algo que es de todos como por ejemplo nuestro pueblo o nuestros ríos una y otra vez y no tienes ningún comentario, te imaginas que estás lanzando páginas al viento desde la “peña el Serrao” y nada más. No se trata de que se necesiten alabanzas y aún menos controversias, pero si con los escritos (los que de vez en cuando escribimos algo) consiguiéramos algún comentario amable, o incluso alguna matización o corrección de lo que no sea exactamente como la memoria o las informaciones conseguidas nos dicen, sería más atractivo el escribir.
Eso es, exactamente, lo que tú, Ángela, has hecho: añadir una faceta que faltaba en mis escritos, que es lo que el río significaba para las chicas y para sus madres, mientras los chicos andábamos por allí asilvestrados. En muy pocas palabras has señalado matices como el trabajo ímprobo de las mujeres en aquella época, incluyendo las caminatas y el agotador esfuerzo en las tablas de lavar, las operaciones de tender la ropa en las junqueras y en los arbustos, etc.,etc. Mientras tanto, las chavalicas, que también sufríais aquellos calores del verano, os refrescabais, siempre con el máximo pudor, y lejos de las posibles miradas indiscretas de la población masculina, atraída por aquel limpio y hermoso río.
Pensando en aquella época, vemos que ahora nos quejamos demasiado de todo, como muy bien dices.
Gracias, Ángela, por tu aportación y por tus ánimos, y un cordial saludo.
Salvador