martes, 3 de enero de 2012

FAUSTINO EL ANDARÍN












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FAUSTINO EL ANDARÍN

Faustino empina la cuesta solitario,
así retorna a mí firme su recuerdo
en esta tarde. Tu retrato:
mirada mohína,
escondida entre arrugas ocres,
mierda de años
que los soles castigaran;
no advierto tus ojos, se me antojan negros,
como negro fue tu sino;
una boina raída, puerca de cuadra,
que pregona a lo lejos su hediondo
maquillaje;
encorvado todo tú,
una chaqueta de vete tú a saber cuál color
un día lo envolvió toda ella.

Tus manos callosas,
sucias y ajadas por el tiempo
sujetan al hombro la herramienta.

Subes.

Semblante triste,
paso cansino;
la mano alzada sujeta y aprieta el puño
que maldice no sé qué imprecaciones
apenas comprendidas,
propiciadas por un chucho y su ladrido,
dirigidas a cualquiera que sienta cerca;
una azada desgastada de decenios,
levantada al aire amenaza un golpe falso
en claro desafío a nadie,
en su impotencia
que hoy comprendo.

¡Son tantos años!

Rieron la gracia del perro y su ladrido,
allá a lo lejos, desaforado
ladrarle largo y sin sentido.

Fueron-fuimos terribles, crueles
o simplemente ignaros de la realidad
como mis gentes,
que observan-miramos a otra parte
cuando la miseria, el hambre y la desidia
teníamos tan cerca.

Ido el perro,
asustados los zagales,
todo termina, vuelve la calma,
sigue el hombre su camino.

De nuevo a lo lejos resuenan
los golpes sobre el yunque,
doman la herradura, le dan forma.

Faustino el Andarín desdeña las miradas,
sigue su camino.

Rezongando, vete a saber que letanías,
se marcha calle al frente.

El sol se esconde,
vence la tarde,
el juego interrumpido de chiquillos se acalla.

Se pierde la algarabía de risas.

Al fondo tuerce el hombre hacia su cuadra-refugio.

Enero 2012

2 comentarios:

Salvador Macipe dijo...

Amigo Salva, no sé cómo expresar la emoción que me ha producido tu poema sobre nuestro “Andarín”, que así lo llamábamos aunque su nombre era Fausto o Faustino como también tú lo nombras.
Haces un retrato insuperable de su persona y también insinúas unos cuantos interrogantes, uno de los cuales podría ser que —aunque Faustino era difícil de dejarse influenciar— ¿es posible que entre todos no supiéramos ayudarle?
¿Qué tal si alguna vez le hubiéramos invitado a comer a nuestras casas ya que estaba solo y seguramente muchas veces hambriento? O ¿qué tal si alguna vez le hubiéramos llevado algo para comer a su casa? Posiblemente hubiera aceptado, pero el que más y el que menos tenemos suficientes complicaciones y no queremos remojarnos. Y es que las personas no pasamos de ser, la inmensa mayoría, poco más que normalitos.
Por otra parte aludes a una característica muy común de los chavales, —y de mayores que no han madurado— que es la de reírse y molestar a los seres que ven extraños e indefensos. Menos mal que al crecer, la mayoría vamos entrando en razón y mejorando, entre otras, nuestra faceta de “al menos no molestar”.
Felicidades por tu magnífico poema, que para mi gusto es genial aunque trate de un tema tan triste.
Un fuerte abrazo.
Salvador

Salva - Lander dijo...

Como siempre agradezco tus amables palabras para conmigo, amigo Salvador.
Coincido plenamente en tus razonamientos y observaciones que me trasladas y que humildemente he tratado de plasmar mediante la expresión de mis sentimientos en estos versos y que tan bien me has sabido interpretar.
Recuerdos, que aunque lejanos, han quedado grabados en mi mente. Ahí perduran, me acompañan desde entonces y he pretendido trasladar para quienes me leáis.
Posiblemente la inconsciencia infantil era fruto de la poca sensibilidad de los adultos que nos rodeaban.También es cierto que el mundo que vivían era realmente muy duro.
Por suerte, poco a poco, nuestra mentalidad va evolucionando y nos corresponde a todo el mundo ayudar a cambiarla y a aquellos, que a pesar de todo no mudan de forma de pensar, entre todos, parafraseando al maestro Labordeta: habra que empujarla para que pueda ser" esa forma diferente de pensar y de hacer. Esa hermosa utopía de un mundo mejor.
Gracias por tu lectura.
Un abrazo.
Salva