martes, 9 de junio de 2009

A una niña muerta en accidente en Irlanda

Llegaste entre las risas
de tiernas alegrías.
Cruzaste tierras, mares,
hasta llegar a Irlanda,
isla de azul y verde,
y tierra acogedora
de miles de estudiantes
que, como tú, vinieron
para aprender su lengua.
Sus gentes te ofrecieron,
en el jardín, sus flores
y, aunque no lo sabías,
al fin te enamoraste
de otro mundo infinito…
Alguien más también supo
mirarte dentro
y creyó que tu vida
ya era madura.
El milagro se hizo:
jugaste al escondite
con esta vida;
te hiciste flor, pequeña,
tan débil y tan frágil,
que, a punto al fin del salto
de vuelta hasta tus padres,
saltaste tanto, tanto
al azul infinito,
que en un soplo del tiempo
se detuvo tu vida.
Tu corola de niña
se esparció por los suelos,
-roja sangre estrellada-
en el gris del asfalto,
cementerio de niñas
de esta tierra de Irlanda.

Y ahora ¿dónde te escondes,
di, de tus padres?
Dulce rosa quebrada,
¿dónde se esconde
tu risa breve?

Son tan breves las olas
del Mar de Irlanda…

José Antonio Gálvez
Desde Dublín

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